Comprometernos a estudiar para encontrar otras formas de entender la economía, la política, el crecimiento y el progreso, para que estén verdaderamente al servicio del hombre y de toda la familia humana en la perspectiva de una ecología integral.
Los principios económicos y ético-políticos que dan sustento a una ecología integral deben estar encarnados de forma efectiva en la gestión de una institución católica. En esto no se cansa de insistir el Papa Francisco al formular los objetivos del PEG: “rechazar la cultura del descarte” (Obj. 1); “encontrar, desde el estudio, otras formas de entender la economía, la política, el crecimiento y el progreso, en la perspectiva de una ecología integral” (Obj. 6); “salvaguardar y cultivar nuestra casa común, siguiendo los principios de subsidiariedad y solidaridad y de la economía circular” (Obj. 7). Estos son principios ecológicos, pero también principios pedagógicos. Por ello mismo, deben estar a la base de toda planeación y proyección de una institución católica. Deben orientar: ü Tanto la gestión de la institución a nivel macro (sus metas institucionales, por ejemplo). ü Como la vida diaria de la escuela católica a nivel micro. Para una y otra cosa, es esencial cultivar en el conjunto de la institución un pensamiento y lenguaje ecológicos. No se trata de hacer de la ecología un discurso más, o de promover el terrorismo ecológico, pero sí de crear un lenguaje común a la hora de enfrentar estos temas.
